Afortunadamente pudimos comprobar que el monumento se encuentra en perfecto estado de conservación y su visita es posible gracias a la intervención realizada por el propio Ayuntamiento de la localidad para su musealización y puesta en valor, con recorridos señalizados, paneles explicativos, contenido multimedia, etc.
Lo primero que llama la atención del monumento es su situación, en lo más alto del pueblo y a varios metros bajo tierra. Sin duda sus constructores pretendieron hacer una obra que perdurase por los siglos y que fuera útil a la importante población que ocupó esta localidad en época romana.
Se compone de 12 salas abovedadas, distribuidas en tres galerías paralelas, dando la impresión de conformar un intrincado laberinto que hoy es recorrido por los visitantes, pero que hace 20 siglos lo sería por las aguas de lluvia que se recogían en la superficie y que una vez canalizadas, filtradas y decantadas, servían para abastecer de agua a unas Termas cercanas.
En su puesta en valor se ha cuidado hasta el más mínimo detalle. Así en algunas de las salas podemos contemplar sugerentes reflejos acuáticos en movimiento y sonido ambiental que reproduce todos los procesos de llenado y mantenimiento de las Cisternas, que contaban con capacidad para 850.000 litros.
Al final de una de las galerías se encuentra un estrecho pasillo, de unos 30 metros de longitud que acaba en un pequeño pozo cuadrangular. Este pasillo cumpliría las funciones de desagüe de las Cisternas.
Esta espectacular visión, que nos transporta a épocas pasadas, puede complementarse con otros restos y visitas de interés que se encuentran en el entorno de las Cisternas, como el Criptopórtico Romano, el Castillo o el Museo Histórico Local.
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